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Broncoscopias

Foto del escritor: Silvia MuñozSilvia Muñoz

Es curioso -y aterrador- cómo puede uno distanciarse de lo que significan realmente las cosas para la persona que tiene delante, para su familia, para sus amigos…

Me paso las mañanas correteando por los pasillos pegada a la bata de mi responsable, ansiosa por aprender y deseando que me expliquen más, y más, y más… Hasta que de repente soy consciente de la realidad, de lo que significa estar en un hospital, discutir un caso clínico, planear un tratamiento o realizar una prueba. Es como chocarse con una dura y fría pared de cristal que ha estado ahí todo el tiempo, pero que no he visto hasta golpearme de lleno con ella. Hoy me ha pasado en broncoscopias.

Una broncoscopia es una prueba en la que introducen una cámara por la nariz para llegar a los bronquios y ver el interior de los pulmones. Además, pueden recogerse muestras para descartar enfermedades y pinchar ganglios para estadificar un cáncer, como en este caso (se trataba de un EBUS).

Todo transcurría con normalidad: el paciente sedado, los anestesistas pendientes, el resi aprendiendo de su adjunto y yo absorta en la pantalla del ordenador, y ha sido entonces cuando me he chocado con 'la pared'.

De esa prueba, de ese momento, de esa muestra que se estaba pinchando dependían el diagnóstico, gravedad y pronóstico de un cáncer. De un paciente. De una vida.

Dependiendo del resultado el hombre podría operarse y vivir de forma normal -con un trozo de pulmón menos- o saldría de la próxima consulta con un pronóstico infausto y un cartel de “tratamiento paliativo” a la espalda.

Es absurdo que esta ‘revelación’ aparezca de repente (tras más de una semana viendo varias broncoscopias al día) y me haga pasar de flotar por los pasillos con mi entusiasmado fonendo colgado del cuello a preguntarme si de verdad valgo para esto. Y sí, estoy ya en cuarto (o todavía en cuarto) y me apasiona la medicina, pero no puedo evitar dudar de mí misma, de mis habilidades y de mi capacidad para afrontar situaciones difíciles a las que, lo quiera o no, me voy a tener que enfrentar.

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