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Estoy viva. Y sana. Y cuando soy plenamente consciente de ello se lo agradezco intensamente a la suerte, al destino, al karma y a todos los dioses en los que no creo.
Cada vez que una chica joven, con una u otra dolencia o enfermedad, se cruza en la rutina de mis prácticas, me siento culpable. 'Pude ser yo', pienso. Y entonces culpo a la suerte, al destino, al karma y a todos esos dioses cuyo nombre no recuerdo de ser tan crueles e injustos. Yo no hice nada para estar a este otro lado de la mesa. Ella no hizo nada para merecer entrar en esta consulta.
Y llega el siguiente paciente y tristemente me olvido. Porque pude ser yo, pero no fui.
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