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Historia clínica

Foto del escritor: Silvia MuñozSilvia Muñoz

Ayer mi R4 me mandó hacer una historia clínica. Seleccionó a la paciente más colaboradora de la planta, me presentó y me lanzó al ring. No era la primera historia clínica que hacía, tampoco fue la mejor. Lo que marcó una diferencia para mí fue la corrección. Mi resi favorito ni siquiera miró la hoja que a mí me había costado tanto escribir. Me miró a mí y me preguntó qué problemas y dificultades me había encontrado y cómo me había sentido.

¿Y qué importancia tiene eso?

Pues la tiene. La tiene porque plantarse con una bata delante de una persona enferma y hacer como que lo tienes todo controlado es difícil. Yo estaba insegura, nerviosa y preocupada, y no debía notarse.

Nadie nos enseña en la facultad a tratar con los pacientes ni a hablar con sus familias. No nos explican que la inseguridad te perseguirá siempre, o que la preocupación es intrínseca a esta profesión y que para que los nervios no te delaten es necesario un máster de arte dramático.

¿Qué cara hay que poner cuando una mujer te cuenta que su hijo adolescente murió apuñalado en una reyerta?

¿Qué hay que decirle a una paciente con asma, ansiedad y depresión que perdió a su marido hace unos meses y ahora no es capaz de salir de casa?

¿Cómo le explicas a un chico de veinte años que vive solo con su madre que ella está mal, que es grave, que se está muriendo?

Y tú estás ahí, con tu tarjeta identificativa en la que pone “estudiante”, pero no sabes qué cara poner ni qué decir, porque hay dolores que no se pasan con paracetamol y hay problemas que carecen de tratamiento eficaz. Tampoco existen fármacos que curen la añoranza ni pastillas que revivan a los muertos. Y tienes que aprender a estar ahí, a dar consuelo y apoyo si es posible, aunque no se hayan impartido seminarios sobre eso en la facultad, aunque no caiga en el MIR ni se hayan parado a explicarte cómo se afronta el sufrimiento.

Por eso, Dr. Desastre, te estaré eternamente agradecida. Porque por primera vez alguien me ha preguntado cómo me sentía yo enfrentándome a un paciente, por primera vez alguien me ha hablado de ello con sinceridad y, ahora, aunque no sepa mucho más, me siento un poco menos perdida.

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